El tradicional huerto familiar a poder ser huerto ecológico es un espacio vital a reivindicar en un país donde todo lo relacionado con la tierra y la agricultura en general ha sido sistemáticamente menospreciado en una huida hacia delante, hacia el progreso ilimitado, intentando dar la espalda al pasado.
En los años 40, el 70 % de la población española se dedicaba a la agricultura. Hoy, disponer de un jardín o un huerto familiar donde volver a conectar con la tierra, empieza a valorarse como un elemento capaz de ofrecer mayor calidad de vida.
Pero resulta muy triste que la mayoría de hortelanos y jardineros aficionados hagan amplio uso de abonos químicos, insecticidas y herbicidas para cultivar unas plantas de tomate, algunas lechugas o unos rosales, cuando podrían hacerlo perfectamente, con métodos naturales, más respetuosos con su propia salud y la del entorno.
La práctica de la agricultura ecológica, a pequeña o gran escala, permite mantener y aumentar la fertilidad de la tierra y obtener plantas sanas y vigorosas, que den abundantes cosechas para abastecernos diariamente de alimentos frescos y saludables, de excelente calidad nutricional y buen sabor.
Cuando se tiene un trozo de tierra, lo ideal es su distribución en parcelas tipo bancal profundo o podemos utilizar el método de bancal lasaña o bancal hugelkultur. Las dimensiones en longitud pueden ser muy variadas, pero en cuanto a la anchura de cada una conviene que esté entre 120 y 150 cm, lo que permite el acceso a través de los pasillos a los lados de la parcela, sin pisar nunca la tierra, lo que la apelmazaría y reduciría su actividad biótica.
Cuando sólo disponemos de un balcón o una amplia terraza, conviene proveerse de maceteros de grandes dimensiones y una cierta profundidad, la suficiente para que las raíces se desarrollen sin problemas y llenarlos con tierra abonada con una gran proporción de mantillo. Podemos usar el compost preparado en casa.
Indice de contenidos
Luz y orientación en el huerto ecológico.
Es interesa que la parcela, balcón o terraza esté orientada al sur o por lo menos que reciba varias horas al día de luz solar.
Hay plantas que requieren mucha luz y mucho calor, como las solanáceas (tomates, pimientos, berenjenas) o las cucurbitáceas (melones, pepinos, calabacines, etc.), mientras que otras, como escarolas, acelgas, coles o espinacas, se desarrollan bien con menos luz y calor.
La tierra o el espacio
Una parcela mínima de unos 30 0 40 metros cuadrados permite obtener una elevada producción de las hortalizas más utilizadas en la dieta cotidiana. Quien no disponga de tal espacio puede participar en algún grupo de huertos ciudadanos -o crearlo- y quien disponga de una terraza en su casa puede cultivar en ella una gran variedad de hortalizas.
Agua en el huerto.
El exceso crea problemas de podredumbres y hongos parásitos, y las carencias suponen una merma en el desarrollo vegetal y toma las plantas duras y con tendencia a montar en flor.
La experiencia aconseja un sistema de riego localizado (tubos de goteo con los goteros intercalados cada 30 0 40 cm o mangueras de exudación) y un sencillo programador de riego, de venta en tiendas de jardinería, que permite conectar el sistema a un grifo y que las plantas se rieguen quince minutos cada día o media hora cada dos días.
Este sistema tiene la ventaja adicional de que permite ausentarse durante largos períodos sin que por ello sucumban los cultivos por falta de riego.
Plantas cultivables, semillas y semilleros
Lo más interesante es procurarse semillas de producción ecológica certificada que, por suerte, ya empiezan a estar disponibles en nuestro país (en esta revista aparece una lista de direcciones) o hacer intercambio de semillas con agricultores ecológicos.
Podemos realizar semilleros domésticos en pequeños recipientes reciclados -vasitos de yogur, envases desechables, etc.- y mantenerlos en el alféizar de la ventana de alguna habitación caldeada, donde dé el sol.
El trasplante es una operación delicada pero fácil, en la que es esencial no dañar cuanto sea posible las raíces y que no falte el riego hasta su nuevo enraizamiento en el huerto o en el macetero.
En ocasiones podemos recurrir a las plantitas que venden los viveristas, aunque a menudo, tanto la procedencia de las semillas como el uso de abonos químicos y plaguicidas las desvitaliza y es fácil que den problemas.
Nutrir las plantas en el huerto ecológico
En agricultura ecológica se da más importancia a nutrir la tierra que a las plantas. Las plantas no disponen de un sistema digestivo como estómago o intestinos y tal función se realiza en la tierra, donde crecen mediante la fabulosa labor de bacterias, hongos, lombrices y otros microorganismos que habitan por doquier. Estos organismos precisan ser alimentados y de ello se encarga el mantillo y toda la materia orgánica en descomposición presente en la tierra.
Aunque en el comercio hay mantillo y abonos orgánicos, es muy apropiada su elaboración a partir de los restos orgánicos domésticos. Para ello podemos fabricar un sencillo compostero o adquirir alguno de los comercializados.
Las necesidades de abono varían de una planta a otra: las patatas, los tomates o las alcachofas requieren grandes cantidades de materia orgánica a medio fermentar, en cambio las zanahorias o las judías sólo toleran la materia orgánica muy fermentada: mantillo de muchos meses.
Con una buena rotación de cultivos conseguiremos aprovechar al máximo la materia orgánica aportada. Por ejemplo, tras el cultivo de tomates, abonado con gran cantidad de mantillo (de 4 a 10 kg por m2), es posible cultivar lechugas sin añadir más y, al cosechar las lechugas, sembrar zanahorias o guisantes (cualquier leguminosa), que aprovecharán al máximo los remanentes de materia orgánica.
Cuando cosechemos, conviene añadir otra vez mantillo y empezar el nuevo ciclo con otras plantas exigentes: calabacines, pimientos, berenjenas, etc.
EI diseño y la planificación del huerto ecológico
Tan importante como un diseño espacial correcto es planificar los cultivos que deseamos realizar. Para ello sería necesario reflexionar a fondo sobre nuestros gustos culinarios y las necesidades de consumo cotidiano. No tiene mucho sentido plantar veinte coles porque nos regalaron las plantitas si sólo la comemos ocasionalmente.
En cambio, si todos los días comemos ensalada de lechuga, convendría sembrarlas y plantarlas con regularidad: cada quince días o una vez al mes unas quince o veinte lechugas.
Con ello tendremos un cultivo escalonado a lo largo de los meses y nunca faltarán en la mesa. Tres o cuatro matas de calabacín bastarán para el consumo familiar. Con más de diez matas nos veremos obligados a regalar kilos y kilos de calabacines.
También hay cultivos complicados, como el de los melones o las sandías, que vale la pena dejar para cuan-do tengamos más experiencia o sólo si realmente sobra sitio, pues ocupan mucho espacio para los tres o cuatro
La experiencia nos demuestra que unas plantas cultivadas de forma sana y respetando sus ciclos biológico incluso cósmicos, mantienen a raya a la mayor parte de parásitos.
Una buena planificación requiere conocer los ciclos de cultivo de cada planta o variedad y saber más o menos el tiempo que ocupará el terreno, ya que varía mucho de la siembra a la cosecha: desde un mes en los humildes rabanitos a los tres a cinco meses o incluso más que ocupan el bancal unas zanahorias.
Tampoco hemos de olvidar que para mantener la salud y fertilidad del huerto sería interesante respetar las rotaciones de cultivos y no repetir en una determinada parcela una misma familia de plantas varios años seguidos, pues ciertos parásitos a la larga podrían causar serios problemas. Lo ideal es respetar rotaciones de cuatro años, como mínimo.
Los problemas eventuales del huerto ecológico
Los estudios llevados a cabo mediante seguimiento de fincas durante años, suelen demostrar que se consiguen mayores rendimientos en las fincas de cultivo ecológico que en las convencionales de cultivo químico.
En cuanto a plagas, la experiencia muestra que las plantas cultivadas de forma sana y respetando sus ciclos bióticos (incluidos los cósmicos) mantienen a raya a la mayoría y son escasas las ocasiones en que hay que acudir en su ayuda.
Además, para esas ocasiones los agricultores ecológicos disponen de numerosas plantas medicinales reforzadoras de las plantas cultivadas, repelentes de parásitos o directamente con propiedades insecticidas. En casos graves también podemos recurrir a insecticidas naturales a base de extractos de plantas o minerales, poco o nada tóxicos para los consumidores de los cultivos tratados.
Manos a la obra en el huerto ecológico
En los meses de verano hay gran actividad en el huerto. Está rebosante de frutos. Es aconsejable recoger todos los frutos maduros, evitando que se pudran en las matas.
Como tendremos una gran abundancia, podemos repartirlos entre los amigos y pensar en cómo guardarlos para el invierno: hacer conservas caseras, compotas, secarlos mediante secaderos solares, etc.
Todo lo que no se pueda aprovechar, hay que ponerlo directamente en el compost, junto con los restos de las cosechas que vamos retirando y las hierbas escardadas.
También hay que vigilar el riego. En épocas de fuerte calor como julio, agosto o incluso septiembre, no conviene regar a pleno día con sistemas de aspersión o que mojen las plantas.
Los acolchados siguen siendo la práctica más eficaz para conservar la humedad.
También es importante no dejar la tierra desnuda, expuesta a la radiación solar, porque destruiría su vida microbiana, por lo que procuraremos darle una cobertura vegetal mediante un acolchado o sembrando abono verde.
Siembras en estos tres meses de verano
En julio podemos sembrar directamente acelgas, escarolas, espinacas -en zonas templadas y frías- y lechugas.
Respecto a las malas hierbas, la práctica del acolchado orgánico con paja o restos vegetales reduce considerablemente su presencia, aparte de proteger la tierra y las bacterias de la radiación solar perjudicial y ayudar a reducir la evaporación del agua y por tanto la necesidad de riego.
En agosto podremos seguir sembrando acelgas, berros, borraja, escarolas, lechugas y nabo. En semilleros descubiertos pondremos cebollas, coles y lechuga.
Septiembre es un mes en el que el tiempo empieza a ser cambiante. En las zonas frías habrá que ir pensando en proteger las plantas más sensibles y tener acondicionados los invernaderos.
También es buen momento para empezar a sembrar los abonos verdes en las parcelas donde queramos cultivar plantas exigentes como tomates, berenjenas, patatas o maíz a partir de la primavera. Es también la época de encargar o preparar el compost hecho con estiércol, para que fermente durante el otoño.
Septiembre es época de sembrar acelgas, apios, coles, espárragos, espinacas, guisantes, escarolas, lechugas, puerros, rabanitos, nabos, hinojos… En Levante es buena época para sembrar habas y plantar tomate tardío y las zuecas de alcachofa.
Artículo publicado por Mariano Bueno en la revista «La Fertilidad de la tierra» nº1 en el año 2000 .
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