Por estas fechas el huerto comienza a reverdecer y es probable que para estas fechas empecemos a tener casi todos los bancales ocupados, ya que junto a coles, lechugas, puerros y espinacas que soportaron bien el paso del invierno, vamos a sembrar remolachas, patatas o judías.
Con el repicado y el trasplante pondremos a punto plantas de tomate, pimiento, berenjena o calabacín. Para los pepinos, melones o sandías, esperaremos a que la primavera esté más avanzada, cuando el sol caliente ya la tierra y no exista riesgo de bajas temperaturas nocturnas.
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EI repicado
Es la operación intermedia entre la siembra y el trasplante al emplazamiento definitivo. Suele consistir en arrancar las plantitas del semillero cuando tienen entre dos y cuatro hojas y pasarlas a macetas, tarros recuperados o cualquier otro recipiente que contenga una mezcla de compost, fibra de coco y arena expandida -perlita o vermiculita-, a fin de que enraícen adecuadamente y crezcan fortaleciéndose en las condiciones controladas de un semillero protegido, balcón de casa o invernadero, hasta que se hallen en condiciones de ser trasplantadas a la tierra en su lugar de desarrollo definitivo.
El repicado permite seleccionar las mejores plantitas del semillero y sembrar en espacios reducidos, ya que podemos sembrar bastante espeso y en su momento repicarlas o pasarlas a recipientes más espaciosos para su mejor desarrollo radicular y foliar.
Cuidados en la operación de repicado
El repicado requiere gran atención, ya que las plantitas son muy tiernas y sensibles. Habrá que regar bien el sustrato o el semillero en donde crecen, para no forzar las raíces al arrancarlas.
Mucho cuidado con la presión ejercida sobre los tallos cuando estiramos de la planta, pues es fácil machacarlos sin darse cuenta. En el nuevo recipiente en el que las colocamos hay que procurar hacerlo de manera que las raíces queden dirigidas hacia abajo y no torcidas hacia arriba.
Al regar el sustrato de los recipientes, tras el repicado, procuraremos no mojar las hojas de las plantitas o, al menos, mantenerlas en la sombra de 24 a 48 horas, para que el sol no las deshidrate ni queme las hojas por el efecto lupa que hacen las gotitas de agua sobre ellas.
EI trasplante
El trasplante es la acción de trasladar definitivamente al campo las plantas obtenidas directamente en los semilleros o enraizadas tras el repicado, cuando éstas reúnen las condiciones necesarias o el clima lo permite.
Las trasplantamos del semillero protegido donde germinaron y se desarrollaron, al lugar donde crecerán y darán fruto, en condiciones más duras los primeros días. Algunas hortalizas, como las lechugas, las acelgas o los puerros, suelen trasplantarse con bastante facilidad y no requieren cuidados especiales, aunque siempre es bueno el embarrado de las raíces.
En cambio, otras como los pimientos o los tomates, son muy delicadas y requieren un gran esmero e incluso a menudo -en siembras precoces- nos veremos obligados a protegerlas del viento fuerte, el sol intenso o frío nocturno, y vigilar que se mantenga la tierra con la humedad constante para que las plantas no sufran en ese proceso.
De hecho, no todas las plantas reúnen condiciones para que sea exitoso su trasplante. Algunas no lo soportan y son incapaces de enraizar de nuevo, como judías y habas, excepto si se siembran en macetas y todo el contenido de ésta es lo que se traslada, o en cepellón, donde también la raíz se trasplanta envuelta en tierra.
Con otras no sale a cuenta todo el proceso de siembra en semillero y labores de trasplante, ya que la siembra directa es más efectiva o ventajosa -como en el caso de maíz, zanahoria y nabo-. Incluso hay plantas, como las patatas, en las que el trasplante perjudica el tubérculo. Por el contrario, al hinojo de bulbo y al apiorrábano, si se trasplantan tres o cuatro veces, se les engruesa mucho más la raíz.
Algunas plantas son fáciles de trasplantar a raíz desnuda y, de no faltarles la humedad subterránea, arraigan sin demasiados problemas. Otras, en cambio, al ser más delicadas, requerirán el cultivo inicial en cepellones o macetas o su repicado.
Conviene tener presente la máxima de sembrar por la mañana, trasplantar por la tarde. De hecho, vemos cómo la tierra durante el día se calienta y eso estimula la germinación de las semillas, pero puede perjudicar a la delicada planta recién trasplantada.
Al realizar la operación de cara al atardecer o al anochecer, la planta se reconfortará con el frescor de la noche y la ausencia de radiación solar directa, por lo que amanecerá fresca y erguida.
Trasplante a raíz desnuda
En general, las plantas que aceptan el trasplante a raíz desnuda sólo requieren que no prolonguemos demasiado el tiempo transcurrido desde que las arrancamos del semillero hasta que las plantamos en la tierra, además del riego y la correcta humedad de la tierra, imprescindibles para el éxito del trasplante.
En algunos casos especiales -lechugas, cebollas, puerros- un marchitamiento temporal de las plantas sacadas del semillero les provocará una reacción vigorizante al trasplantarlas a la tierra, pero la gran mayoría sufrirán sí las dejamos marchitar y que se sequen sus raíces -en particular, tomates, pimientos y berenjenas.
Por ello, si debiera transcurrir un cierto período entre la extracción del semillero y su plantación, convendría practicar el enfangado de las raíces y envolverlas en papel de periódico o paños humedecidos.
A algunas plantas de hoja ancha conviene recortarles parte de las mismas para evitar que el exceso de transpiración las deshidrate y sean incapaces de sobrevivir al trasplante, como acelgas, remolachas y algunas lechugas y escarolas.
A otras, como cebollas, puerros, apio y fresales, les va bien, aunque no es imprescindible hacérselo, que se les recorte sus raíces antes de ser trasplantadas.
Es muy importante regar concienzudamente el semillero antes de arrancar las plantitas, pues con una tierra seca se rompen o estropean muchas raíces y eso perjudicaría su posterior desarrollo.
En ocasiones conviene enterrar profundamente raíces y tallos, como en las coles o los tomates, pero en la mayoría de los casos procuraremos no cubrir las hojas y, al echar tierra junto al tallo para tapar las raíces, que ésta no caiga sobre la yema central.
Cómo trasplantar a raíz desnuda
La técnica es relativamente sencilla: una vez arrancada la planta del semillero, si la tierra está suelta y esponjosa sólo tendremos que clavar la raíz, apoyando sobre ella el dedo índice para guiarla.
Si la planta es de gran tamaño o la tierra está algo dura, practicaremos un hoyo proporcional a la longitud y tamaño de las raíces con la ayuda de una azadilla, un plantador o una pequeña pala. Clavamos la herramienta en la tierra y la movemos inclinándola hacia un lado para abrir un hueco en la tierra e introducir en él las raíces y parte del tallo de la planta.
Rápidamente levantamos la herramienta y terminamos de cubrir el tallo y las raíces con tierra de los lados. Si la tierra es grumosa o muy ligera, conviene ejercer una ligera presión alrededor del tallo para que sujete bien a la planta. En todas estas operaciones procuraremos que la raíz no quede curvada o dirigida hacia arriba.
Es importante regar inmediatamente después, o al cabo de algunos minutos, aplicando un chorro de agua para que se mezcle bien la tierra con las raíces. Para esa operación no conviene el riego por aspersión y, por ello, hay que retirar la alcachofa de la regadera.
Trasplante con cepellón
Es una práctica que ha ido generalizándose respecto al trasplante a raíz desnuda, sobre todo por las ventajas de asegurar menos fallos o plantas que sucumben, porque las raíces sufren menos que en el trasplante a raíz desnuda, se evita en parte el enorme estrés que supone el trasplante para la planta.
La operación es muy similar a la del trasplante a raíz desnuda, aunque no es tan delicada y sólo necesita hacer el hoyo proporcional al tamaño del cepellón.
Las plantas trasplantadas con cepellón no precisan que el riego se haga inmediatamente después del trasplante, como en el caso del trasplante a raíz desnuda, pero conviene no dejar pasar mucho tiempo, pues la humedad retenida en el cepellón es limitada.
De todos modos, hay que regar a chorro junto al cepellón para que la tierra se adhiera bien y las raíces puedan así continuar su desarrollo, que se vería frenado en caso de quedar bolsas de aire entre el cepellón y la tierra.
No soy partidario de presionar la tierra junto al tallo de la planta trasplantada. Considero que esta operación es innecesaria (excepto en el trasplante de árboles) y además dificulta que el agua empape la tierra y penetre hacia las raíces.
Será preferible que, al trasplantar, dejemos una concavidad o hueco alrededor del tallo, y llenarla de agua al regar. Este hueco evitará que el agua se desparrame hacia los lados sin penetrar lo suficiente para llegar hasta las raíces.
Una vez embebida el agua, es muy importante cubrir con tierra suelta o mantillo el barro formado alrededor del tallo, para impedir que se forme una costra de tierra dura y que por capilaridad se evapore demasiado deprisa el agua suministrada.
Tras esta operación, podemos colocar un acolchado de paja, proteger las plantas delicadas con garrafas de plástico cortadas por la base o instalar el riego por goteo, aunque para éste podemos esperar una semana o diez días sin que la planta pase sed.
Texto extraído de una publicación de Mariano Bueno